OPINION

Mi Isla
The Whole Fuking World Belongs to me
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 Domingo, Agosto 23, 1998   Los Judíos 

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Domingo, Septiembre 20, 1998 Los Hermanos de la Costa 

Domingo, Septiembre 27, 1998 El Hurricane Georges 

Domingo, Octubre 11, 1998 Pinochet 

Domingo, Octubre 18, 1998 más Pinoshé 

Domingo, Octubre 25, 1998 Los Hackers 
 
 Domingo, Octubre 31, 1998 Los Chilenos 

Domingo, Octubre 31, 1998 Los testigos de jehová 
 

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Lunes, Noviembre 9 1998
LA GEISHA
(Relato)

Hemos incluido los servicios de una Geisha en su programa, señor Eitel"
Una qué?
Una Geisha, una mujer japonesa que lo acompañará en su estadía en Japón, en sus excursiones, que actuará como intérprete; le enseñará las costubmres, en fin... que hará grato su tiempo.
Una puta permanente!
Oh, no se equivoque, por favor dice sonriendo el empleado, para disimular el papelón del cliente. Si precisa mujeres de ocasión, las tendrá, por supuesto. Ella misma, la Geisha, le ayudará a conseguirlas, sin riesgos, discretamente. hay acompañantes que lo visitarán en el hotel, pero no "Geishas".
Profesionales en "lo otro". Por referencias de clientes nuestros, sabemos que la compañía de una Geisha es una experiencia que merece vivirse. A quien pueda pagarla, claro.
-No me complicará la vida?, mire que viajo solo, mi mujer no quiere acompañarme.
-Al revés Señor Eitel, le aliviará la vida; le solucionará todos los problemas, aun los más personales.
Si Usted no está conforme con el servicio, le devolvemos el dinero.
Pero no renuncie a élla antes de haberla gozado como ser humano especial.

Eitel es uno de los hiper enriquecidos por el sistema.
Ignora cuánto tiene y qué tiene. Sus empresas, negocios, relaciones con políticos, militares y jueces las manejan testaferros bien pagados, él no existe legalmente. Nuevo rico, no sabe usar el dinero. No puede dormir a la vez en dos o tres camas que ha comprado su mujer en remates de aristócratas arruinados. Ni puede usar todos los autos que tiene, de diferentes orígenes. Se los regalan.
Su crédito no tiene límite. Ma. Elvira, su esposa, no lo acompaña ni lo comprende. Compra basura, mierdangas con flejes de  "oferta", "liquidación total", entra, pide rebaja por hábito, compra.
-Vamos, Ma. Elvira. Haremos una excursión por oriente.
Ante cada propuesta del marido a Ma. Elvira le aparecen los dolores más diversos, los problemas, enfermedades de hijos, la oposición de amigas envidiosas, y parientes hábiles demostradoras de peligros y riesgos; que los aviones se pueden caer, que se pueden enfermar en pleno vuelo, que el idioma... que las comidas...
También a Fernando intentan asustarlo sus amigotes del club.
-Una Geisha, Cuidado Eitel, hay hombres que trabajan de Geishas, dicen; mejores que las verdaderas: más "refinados", exquisitos... ojo con el sida viejo...
Más de una vez estuvo tentado de devolver el pasaje, más cuando su mujer dejó de hablarle; ni los buenos días contestaba desde que anunció su viaje.
Ma. Elvira se fue al campo a la casa de su mamá, los hijos hace rato que lo ignoran, salvo para aumentar el cupo de las tarjetas de crédito que alguno de sus contadores paga. Ni a él se lo piden.
Eitel parte solo, cargado de maletas llenas de cosas inútiles; de consejos que olvida apenas se los dan, de pedidos que le complican la vida.
En el aropuerto de Tokio, un hombre vestido de negro, sostiene un letrero con su nombre. Inclina la cabeza, occidental apretón de manos. Con un gesto, señala a su acompañante que permanece oculta detrás del japonés. La presenta. En esa multitud de rostros orientales, vestidos como todo el mundo, la mujer presentada es una máscara: El rostro teñido de blanco, como los mimos; boca carmesí pintada con osadía, el labio superior absorvido, el inferior projectado hacia abajo como un pétalo rojo; cejas negras marcadamente delineadas. Cabeza erguida, orgullosa, se mueve con equilibrio mjestuoso, sostiene sin esfuerzo una peluca grande adornada con peinetas y flores. Menuda, frágil, leve sonrisa, viste Kimono lila con cinto ancho del cual cae una mariposa. La gente la mira. Ella sonrie. El hombre del letrero, que la acompaña y la presenta, se inclina ceremonioso, se retira, cuando la muher hace un gesto.
Primera sorpresa: la "Geisha" entiende español, casi lo habla, lo suficiente como para que Eitel la entienda.
Ella lo llama "Fernando" como si lo conociera de siempre.
-Yo, Tomoko- Dice la japonesita graciosamente.
Todo previsto y organizado.
Negra limousine los lleva al hotel. Tomoko se expresa en correcto inglés con otras personas. Todos la respetan. Sigue detrás del huésped, se adelanta para abrir puertas o indicar el camino. Las valijas están en la suite contratada, Tomoko las cuenta una a una y controla los cierres de seguridad. Sonríe cuando todo está bien. Con un gesto pregunta:
-Permites?
-Sí- contesta Eitel, sorprendido porque lo tutea, divertido digamos.
La mujer, abre las valijas, ordena la ropa en los armarios, los artículos de tocador. Respetuosamente, lo desviste: masajes, baños, lo seca, lo acuesta. El "turista" intenta tocarla. La Geisha sonríe, se aleja, lo acuesta. Canta para él.
Groseramente Eitel le pregunta si no es un hombre. No se ofende Tomoko. Si gestos eróticos, naturalmente, desprende su kimono, lo dobla prolijamente. Quita sus zapatos. Descalza, gira de frente, de perfil, de espalda, para que el señor verifique que no es un hombre. Es una bella mujer! extrañamente bella.
Femeninamente bella, lo que más atrae al mirón, son los hombros torneados y las tetas pequeñas de Tomoko. No se atreve, el desaforado, a pregunarle si es cierto que el labio inferior de las japonesas es horizontal. Trata de verlo, la muchacha se envuelve en el kimono, sonríe. Eitel le dice, si vueltas que la quiere follar.
-Yo Geisha, no "iza"
-Iza?- Pregunta el tipo sin entender nada.
Tomoko, trae un diccionario español, hay diccionarios de varios idiomas. Lo abre en la palabra. Quiere decir "ramera".
Yo geisha, no "yamela".
Tomoko es tal la describieron en la agencia de turismo donde contrató la excursión: inteligente, exquisita; danza, canta suavemente, se acompaña con el Shamisen, una especie de guitarra. Como toda Gheisha, ha recibido educación refinada; además sabe caminar, comportase frente a un hombre y halagarlo. También sabe limpiar, coser y enfermería. Geisha significa "persona de las artes". Tomoko lo es. Como excepción no adopta un nombre de flor como es tradicional. Las geishas se llaman flor de durazno, magnolia florecida...
Por su formación, podría dedicarse a la música o al ballet, elije el arte de atender y satisfacer a un hombre sin servicio sexual, tarea de otra clase de persona. La discreción, el recato, honradez, son fundamentales, jamás una infidencia. Hay algo de su mano en tal perfección, en la gracia de sus gestos; cada movimiento ha sido pensado, ensayado, aprobado, aun cuando nadie la observa. Aun en la intimidad del baño, que usa a puertas abiertas.
Naturalmente, como las criaturas. Cada respuesta se acompaña con una inclinación de cabeza, sin obsequencia. De lenguaje moderado, voz modulada, musical.
Espíritu de servicio espontáneo, adquirido desde niña. Tomoko, inicia la educación del nuevo rico. Comienza con un lenguaje universal de gestos, hasta que pueden comunicarse con señas y movimientos de cuerpo, mientras, élla pronuncia palabras en inglés imposibles de repetir por Eitel.
Insiste el tipo, en avanzar hacia élla, con intenciones imaginables.
Una sonrisa, un ademán con la mano, lo desarma. Música.
Tomoko se arrodilla, le quita los zapatos y los calcetines, baila con él.
El hombre se siente ridículo al principio, poco a poco, descubre que el baile descalzo sobre la alfombra mullida es gratificante.
Maestra paciente, le enseña a comer con los palillos, también a usar los cubiertos y las copas en el orden que corresponde. Le enseña a comportarse como un caballero cuando está solo. Y a moverse como si estuviera solo, en una runión social. e enseña a vestirse, a peinarse, a cepillarse los dientes con el cepillo seco. Graciosamente, sin agredirlo, élla como modelo para que él practique, le enseña a caminar con la cabeza erguida, a moderar el zangoloteo de los brazos y las piernas abiertas. Cuando parece aburrido, inventa juegos, relata historias breves, amenas, ligeramente graciosas, en su español de diccionario. Sonríe, nunca la carcajada, Eitel Sí.
Hábil para desvestirse y vestirse, sin erotismos.
No habla de dinero, es asunto de la empresa que contrata sus servicios.
El puede ser rico o no; no varía su tarea si es joven o no, si es agradable o no. Naturalmente, le hace enjuagar la boca si su aliento molesta. Experta en preparar infusiones sedantes exquisitas. Le dice que lo encuentra agradable, que es bueno para élla estar con él, que no es trabajo el suyo sino gozo por su compañía. Que le gusta secarlo cuando sale de la alberca de agua templada. Ella nada a su lado, desnuda. Lo peina, le corta el cabello, los pelos de la nariz, de las orehas. Masajista eximia, no lo erotiza cuando lo toca, lo descansa, lo apacigua. Elije sus ropas con sobrio gusto, sus corbatas. Por momentos desaparece, surge mágicamente con su Shamisen, canta: Un tango! Maravilla la interpretación que hace de "Malena". Sólo eso vale el sobreprecio del viaje!. Fernado Eitel, sufre, sufría de insomnio.
Tomoko, lo adormece con canciones japonesas murmuradas al oido.
Cuando él habla ella lo escucha interesada, alerta, puede repetir lo que ha dicho. Pregunta si algo no entiende. La muchacha de los pechos pequeños y hombros redondos, tiene para él una sonrisa distinta cada día. Es tan feliz el hombre que quiere renunciar a visitas a templos y museos, para estar con élla, para no separarse de ella. Tomoko, lo alienta, lo acompaña, le enseña a mirar respetuosamente, a tocar. Con élla, Fernando Eitel descubre el murmullo del agua en las antiguas casas de madera, el "pic pic pic" de la gota incesante; el reflejo del sol en los espejos de agua y el reflejo del agua en los vidrios de la casa. Las sombras deslizantes en las tejas de madera de los techos.
Lo retrocede en siglos, lo "cultiva".
Detrás de él, a pocos pasos. A su espalda, le dice al oido lo que tiene que ver. Lo toca. Eitel siente que es un ángel quien lo toca.
La ceremonia del té: Sólo una geisha auténtica puede lograrla.
En Tomoko, el vulgar Eitel descubre que hay mujeres distintas aunque no se las distinga, que no todo se puede comprar con dinero, que no siempre el que tiene "plata" hace lo que quiere. Sin sexo, Tomoko ha enamorado al enriquecido. Fernando Eitel, no puede vivir sin élla.
Su mujer legal le comunica teléfonicamente y por e-mail que todo ha concluido entre éllos. Los hijos, de acuerdo. En cuestión de partición de bienes; tema de abogados. Fernando Eitel se tranquiliza. Su intención es: que la geisha siga con él, permanentemente. Se lo propone.
Tomoko acepta. Ella ocupará el lugar que ha dejado la "Señola Malía Elvila".
Los equipajes ordenados y cerrados hábilmente. La limousine del hotel hasta el aeropuerto.
En el momento de ascender al avión, Tomoko le presenta a un señor japones: traje azul, valijín rígido, negro, que lo saluda con respetuosa inclinación de cabeza. Y un montón de japonesitos, todos iguales, como producidos en serie: El esposo y los hijos de la Geisha!, que viajaban con élla.

 
William
 

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